Época: India
Inicio: Año 850
Fin: Año 1200

Antecedente:
Arte Rajput en la India

(C) Alfonso Jiménez Martín



Comentario

Orissa se caracteriza fundamentalmente por la yuxtaposición de volúmenes, y por la valoración del muro, frente al soporte, como medio de descarga del peso de las cubiertas. La yuxtaposición de volúmenes es tan rígida que, en planta, las estancias están solamente unidas por un pasillo muy estrecho y, en alzado, las cubiertas se perfilan separadas definiendo muy nítidamente el lugar que cubren. Los muros, gruesos y macizos, sin vanos, producen un efecto exterior de gran solidez y explican la escasa visibilidad, la profunda sacralidad que transmiten sus estancias.
El material que abunda en Orissa es una arenisca rojiza muy oscura, que cuando se moja adquiere un brillo y un efecto visual broncíneo; es muy porosa y relativamente fácil de labrar, por lo que el tratamiento escultórico cubre toda la superficie del templo, aligerando la pesadez de los muros, hasta convertirlos en un auténtico encaje pétreo.

El primer gran ejemplo de nagara característico de Orissa lo constituye el conjunto de templos de Bhubaneshwar, ciudad que ha capitalizado desde entonces esta región. Entre los cientos de templos, todos ellos consagrados al culto de Siva, podemos destacar el templo de Mukteshwara (finales del siglo X), construido bajo el patrocinio de los príncipes Somavamshi, por su perfecta armonía entre la proporción arquitectónica y la decoración escultórica. Especialmente famosa es su torana o pórtico que permite el acceso al recinto, gracias a la exquisita labra de la arenisca y a la actitud desenfadada de las apsaras (bailarinas celestes) que lo decoran.

Un poco más tardío (siglo XI) y de mayor altura (18 m), el templo de Brahmeshwara sirve de magnífico ejemplo a la hora de explicar la plasmación práctica de un mandala arquitectónico; el juego geométrico de su planta y de su alzado son una de las más bellas realizaciones de los Vastu-Sastras. También la escultura, que decora el templo tanto exterior como interiormente, es otra muestra excepcional del estilo que caracteriza los siglos XI y XII; el triunfo de lo cotidiano mezcla con increíble soltura jalys o monstruos zoomórficos (en este caso gaja-vyala o asociación de león-elefante), nagas o divinidades fluviales (mitad hombre, mitad serpiente), apsaras celestiales, yakshis de los bosques, mithunas eróticos y una gran diversidad de divinidades, que parecen todas participar del carácter de la Gajalakshmi o diosa de la alegría, que preside la puerta.

El gran protagonista de Bhubaneshwar es el templo de Lingaraja, advocación de Siva como rey del lingam (símbolo fálico y potencia creadora). Representa el momento de esplendor (segunda mitad del siglo XI) del estilo de Orissa: un gran recinto (aproximadamente 1 hectárea, desgraciadamente inaccesible a los no hindúes) en el que se multiplican los volúmenes arquitectónicos, que parecen emanar del colosal sikara central (más de 50 m de altura). El conjunto produce un fuerte efecto de vibración orgánica y, a pesar del aparente caos, todos los edificios se ubican y crecen siguiendo el rígido urbanismo de los Vastu-Sastras; es una muestra palpable de cómo lo divino trasciende el pobre orden humano.

En Puri, en la costa, a 62 km de Bhubaneshwar, se levanta otro importante protagonista del arte de Orissa: el templo de Jagannatha (del siglo XII y reconstruido en el XIV), dedicado a Vishnu -algo bastante excepcional en el culto de Orissa-. El Jagannatha o maestro del mundo recoge un ancestral culto a Krishna (avatar de Vishnu), que congrega a millares de fieles el día de su cumpleaños (Rathayatra, en junio-julio), cuya celebración resulta una de las procesiones más coloristas y populares de toda la India Hindú.

Arquitectónicamente presenta características similares al templo Lingaraja de Bhubaneshwar, aunque sus luminosas y elevadas cubiertas (de hasta 63 m de altura), realizadas en una piedra caliza local, blanca, porosa y muy ligera, le hacen merecedor del título pagoda blanca por el que lo conocen los pescadores y marinos del Golfo de Bengala.

La obra maestra, que cierra el gran triángulo de oro del estilo de Orissa, es el templo de Konarak, equidistante de Bhubaneshwar y Puri. Consagrado a Surya (el sol) por el rey Ganga Narasimha (1238-1264), es uno de los himnos más grandiosos inspirados en el fervor religioso, y una de las piezas consagradas de todo el arte indio. Hay que destacar su monumentalidad (el sikara superaba los 70 m de altura), su original forma (un carro solar arrastrado por animales) y la exquisita decoración escultórica de trépano que convierte la piedra en un auténtico encaje; todo ello en una arenisca rosada de matiz broncíneo y plagado de temática erótica.

Aunque el templo fue uno de los ruinosos objetivos de la iconoclastia islámica, el excelente trabajo realizado en la actualidad por el Archaeological Survey of India permite admirar este coloso en su estado original casi completamente: un pórtico monumental abre la muralla del recinto sagrado, en el que primero encontramos una mandapa exenta a modo de pabellón hipóstilo (en este caso destinada a la danza) y después, el carro procesional tirado por los siete caballos solares (el séptimo desaparecido); el carro lo constituye una plataforma sobre 20 ruedas, que soporta la jaga-mohana o antesala del dios y el garbha-grya o sancta-sanctorum cubierto por el sikara (este último prácticamente destruido aunque en restauración).

De su monumentalidad y virtuosa labra dan buena idea las enormes ruedas, con un diámetro de 294 cm y cinceladas como obras de orfebrería de gran finura; sobre los radios y filos pueden admirarse, además de las retículas geométricas y vegetales, los minuciosos relieves eróticos que iniciaban al fiel en el ritual sexual, que debió ocupar un puesto relevante en el culto védico a la divinidad solar. Surya es uno de los dioses masculinos introducidos por los arios, que personifica una fuerza de la naturaleza, el sol. Su imagen de culto antropomórfica representa a un joven guerrero principesco sobre un carro tirado por siete caballos, donador de luz, calor, vida y conocimiento, según aparece descrito en el Rig-Veda. La mejor estatua de Surya (esculpida en 1240) es precisamente la imagen de culto del templo de Konarak, en clorita verde y de 189 cm de altura, que hoy preside el hall del National Museum de Nueva Delhi.